Hace unos días se estrenó en nuestros cines una película española llamada Perdiendo el Norte sobre la situación vivida por dos jóvenes emigrantes españoles en Alemania. De hecho, uno de los puntos centrales de la película son las dificultades que sufren los protagonistas debido a su escaso dominio del idioma en el país de destino.
La capacidad de poseer un cierto conocimiento de idiomas diferentes a la lengua materna se ha convertido en los últimos tiempos en una necesidad vital para muchas personas que, debido a la difícil situación económica en nuestro país, han debido emigrar para intentar conseguir un futuro mejor. Pero también ha tenido un efecto secundario en su entorno familiar, puesto que sus allegados también han empezado a estudiar otra lengua a fin y efecto de poder visitarles en su país de destino. Personas que nunca habían considerado necesario aprender inglés, alemán u otro idioma ahora se ven en la necesidad de aprenderlo, además de tener que hacerlo en un plazo relativamente breve.
Recuerdo que hace ya algunos años, un compañero de facultad emigró a EE.UU. para realizar estudios de doctorado. Aunque poseía, según todos los estándares españoles, un buen nivel de inglés, no se dejaron de producir ciertas situaciones bastante cómicas debidas a su pronunciación. Por ejemplo, al pedir una hoja de papel [sheet of paper, pronunciado xiit of peipar] no alargó lo suficiente la [i], por lo que pronunció [xit], es decir, el equivalente a shit [=mierda]… una diferencia sutil de dominio del idioma, pero que refleja de forma bien clara lo que puede suceder al hablar un idioma extranjero.
Las urgencias al aprender un idioma nunca son buenas, por lo que, ante la incertidumbre sobre lo que puede suceder con nuestra vida, más vale estar precavido y, en la medida de lo posible, empezar a estudiar un idioma adicional, algo que nunca está de más. No se trata tan sólo de la posibilidad de tener que emigrar en busca de un futuro mejor, sino que el hablar correctamente una lengua extranjera se ha convertido ya en una necesidad sin tener que abandonar nuestras propias fronteras.
En una economía cada vez más globalizada, nos podemos ver obligados a lidiar, con casi total seguridad, con el inglés, ya sea por motivos profesionales o por placer (internet sería el mejor ejemplo de ello). Dominarlo, o, al menos, hablarlo y comprenderlo con cierta soltura, va a ser una tarea que nos llevará varios años, por lo que lo mejor es empezar cuanto antes. Afortunadamente, y a diferencia de lo que sucedía hace un par de décadas, la tecnología de hoy nos permite un acceso a materiales audiovisuales y escritos en cualquier idioma existente, lo que complementa perfectamente el proceso de aprendizaje del alumno. Tal vez así no pidamos una mierda de papel en lugar de una hoja, evitándonos las carcajadas de amigos y conocidos al referir esta anécdota con el consiguiente sonrojo del protagonista de esta pequeña y divertida vivencia.
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